Todos sabemos que hay que ser cuidadosos con la
información que subimos a la red. Y por ello, siempre nos han recomendado (al
menos a mí), que no diésemos nuestro nombre real cuando, por ejemplo, una página
web nos solicita nuestros datos personales para registrarnos en su servicio.
Pero en los últimos años han aparecido, y se han extendido, las famosas redes
sociales, que ahora forman parte de nuestra vida cotidiana. Su finalidad es,
mantenernos en contacto con amigos y conocidos. Y ahora bien, ¿qué ocurre si no
usas tu nombre real?¿Te reconocerán tus viejos amigos de la infancia, esos con
los que habías perdido todo contacto?
Desde
luego hay que seguir siendo cuidadosos con lo que posteamos en redes como
Facebook o Twitter, y para ayudarnos, ofrecen la posibilidad de que nuestros
datos, o nuestras fotos o mensajes, solo puedan ser vistos por los amigos que
previamente hayamos aceptado como contactos.
Pero
lo cierto es que, a menudo, todos subestimamos el hecho de que hoy en día, prácticamente
la totalidad de nuestra vida e información privada se encuentra en nuestros
perfiles de redes sociales. Ya no solo lo que hacemos, lo que hemos hecho, o lo
que vamos a hacer, sino también nuestros gustos y muy habitualmente nuestra
forma de pensar.
Tampoco
tenemos control sobre la información que otros suben de nosotros. ¿Quién no se
ha encontrado alguna vez con que alguno de sus amigos de toda la vida decide
que es una magnífica idea cargar a la red una enternecedora foto de cuando
hicisteis la primera comunión, y que además te etiqueta, para que todo el mundo
tenga bien claro cual de todos esos monísimos niños eres tú?
En
definitiva, la privacidad, tanto en las redes sociales como en la vida misma,
es algo que todos sabemos, es difícil de conseguir. Pero esa es la forma en la
que parece estar evolucionando nuestra sociedad en esta era de la información.
Así que, si “lo hemos decidido” entre todos, ¿es realmente algo tan negativo? ¿O
es algo que debemos darnos prisa en corregir antes de que no tenga remedio?
@LusDIvan
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